/ Desarrollo Personal / El Ser Humano en Esencia
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La dimensión espiritual es la parte multidimensional de tu ser, que habita más allá de lo físico.

Está formada por el alma y el espíritu.

El alma es la parte orgánica del espíritu, es decir, es el vehículo que utiliza éste para experimentar en las distintas dimensiones del Universo, incluida la física. Es multifacética, o sea, recoge multitud de experiencias a lo largo de su viaje a través de la dualidad. Todo lo que existe en el Universo posee un alma (desde una piedra, hasta un planeta, una galaxia, un animal, una planta…).

El alma se comunica contigo a través de la intuición, los sentimientos positivos y las emociones perturbadoras. Tú, a su vez, te comunicas con ellas mediante la imaginación.

El espíritu es la parte del ser que está en estrecho contacto con la totalidad. El espíritu es inmutable y creativo al mismo tiempo. En contacto con el espíritu está la chispa divina del alma o el ser superior, que es la parte del alma que te recuerda tu origen y tu naturaleza amorosa.

Nuestra naturaleza es amorosa por una sencilla razón: todo el mundo desea ser feliz.

Para vivir de forma saludable necesitamos equilibrar el ego, el alma y el espíritu.

En la dimensión de la esencia personal se origina tu misión de vida, tanto a nivel personal como colectivo.

A nivel individual la misión consiste en aprender a vivir todo aquello que eres capaz de imaginar. Para ello, es necesario que superes las resistencias internas que dificultan el logro de tus aspiraciones personales.

A Nivel Colectivo la misión consiste en crear utilidad para que otras personas puedan evolucionar según sus propias aspiraciones personales.

Cuando somos capaces de relacionar nuestros talentos con las necesidades de otras personas, generamos abundancia en la vida.

Desarrollarte espiritualmente significa que estás dispuesto a ponerte al servicio del alma y, al mismo tiempo, que estás dispuesto a ayudar al alma a resolver los conflictos emocionales y a vivir sus aspiraciones.

Cuando conectas con tu esencia personal y te dejas tocar por el amor universal (que es tu naturaleza básica), te transformas y te sanas.

El amor no es un consenso colectivo, ni un regateo afectivo, sino una fuerza transformadora. Los seres humanos producimos amor desde el chakra del corazón. Lo hacemos cuando somos capaces de integrar las energías espirituales y las terrestres.

La alegría, el sentido del orden, la risa, la capacidad de dejarte sorprender y emocionar, la curiosidad, la intuición o la elevada percepción sensorial, son expresiones del espíritu.

La espiritualidad te ayuda a comprender que la muerte tan solo es una transición y te prepara para aceptarla y no temerla.

Es importante diferenciar la dimensión astral (o esotérica) de la espiritual.

La primera es un espacio de relación en el que habitan seres y fuerzas de muy variada naturaleza (guías espirituales, angeles, formas de pensamiento, demonios, entidades, objetos…). En la dimensión astral es donde se practica la magia y el lugar en el que vives mientras duermes. También es el sitio al que irás después de la muerte.

La dimensión espiritual, en cambio es sumamente individual e implica la conexión o alineación con la esencia. El objetivo último es integrar el espíritu con la realidad física (traer el cielo a la Tierra y llevar la Tierra al cielo).

La realidad espiritual es muy diversa y está directamente relacionada con nuestra realidad física; el espíritu y la materia no se pueden separar. Dentro de cada uno de nosotros se manifiesta la divinidad de manera diferente.