Capacidad para dominar la mente y lograr que haga exactamente lo que uno desea.
Preguntas Clave
¿Te descubres con frecuencia emitiendo juicios de valor sobre otras personas o sobre las circunstancias que te rodean?
¿Sueles criticarte a ti mismo?
¿Sueles concentrar tu mente en una sola cosas durante al menos 20 minutos?
¿Reflexionas con regularidad sobre aquello que es importante para ti?
¿Elaboras pensamientos positivos de forma regular e intencionada?
¿Eres capaz de observar tu propia mente?
Acciones o comportamientos asociados
Observas tu mente y las ideas que tienes en el momento presente. Una parte de tu conciencia está siempre puesta en tu mente. No te identificas con tus ideas y no te dejas arrastrar por los agregados mentales que hay en tu entorno.
Sostienes una intención positiva. Aún sintiendo el impulso de moverte en la dirección contraria.
Preguntas a los demás por sus intenciones. Cuando alguien te interrumpe, te incomoda, proyecta su negatividad sobre ti, etc., le preguntas por sus intenciones con el propósito de mejorar la relación.
Revisas sistemáticamente la intención con la que haces las cosas. Antes de iniciar una acción te preguntas por tu intencionalidad y revisas la actitud o el sentimiento que la precede.
Mantienes la concentración. Te entrenas para poner tu atención en un objeto o idea y cuando te dispersas vuelves sobre ella con determinación.
Estableces un diálogo positivo contigo mismo. Cuando te encuentras mal observas la emoción perturbadora, respiras con calma, relajas la mente y hablas con esa parte de ti mismo que se encuentra herida.
Sugieres y realizas preguntas inteligentes. En una conversación no te empeñas en tener razón.
Reflexionas sobre las virtudes que deseas incorporar a tu personalidad. Creas argumentos irrebatibles sobre su utilidad
Resultados, éxitos esperados
La mente comienza a hacer lo que tú deseas y permanece estable.
Ganas en concentración, mejoras la intención que pones en lo que haces y diriges la acción con espontaneidad y autodeterminación.
Disciernes mejor lo que es valioso de lo que no lo es.
Eliminas las ideas infecciosas (la rumiación se acaba) e incorporas con firmeza a tu personalidad las que son útiles (ya no dudas de ellas).
La intuición y la razón trabajan en equipo y lo hacen guiadas por el cuerpo y el ser superior.
Ganas equilibrio y confianza en ti mismo.
Tus decisiones son ecuánimes, es decir, están alineadas con el alma y, al mismo tiempo, tienen visos de realidad.
Ahorras mucha energía y dejas de agotarte innecesariamente.
Tienes más espacio para imaginar lo que quieres ser y comienzas a crear la realidad que deseas atraer a tu vida.
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